- La psicóloga Belén Tapia investigó experiencias de bordadoras del sur de Abya Yala, para entender como esta práctica feminista se convierte en una forma de habitar el cuerpo individual, colectivo y textil.
“Entre Bordar y ser mujeres: habitar el cuerpo a través de los hilos”, es una investigación sentipensante, ya que considera al bordado como sujeto que estudio, pero, también, como técnica de producción de información, o sea, investigo sobre el bordado, pero también con el bordado” explica Belén Tapia, psicóloga, creadora de Bordala Livre, y participante del curso de “Teorías de género y epistemologías feministas del espacio” del Magister de Hábitat Residencial de la Universidad de Chile (FAU), dictado por la directora de MOVYT, Paola Jirón, junto a Macarena Solar.
Para obtener el grado de Magíster en Psicología Comunitaria, Belén realizó un estudio que profundizó en las experiencias de bordadoras que habitan en el sur de Abya Yala (antiguo nombre que se daba al continente americano) y en el uso que le dan al bordado como herramienta comunicativa, ejercicio de memoria, estrategia de resistencia feminista, práctica corporal y un modo particular de hacer comunidad desde la circularidad, la horizontalidad y el intercambio de experiencias.
Belén cuenta que incorporar el bordado en el proceso investigativo le ofreció una nueva forma de pensar, invitándola a emocionarse mediante el tacto y a entender a través de las emociones, combinando así herramientas manuales, afectivas e intelectuales. De esta forma, conocía mientras bordaba, observando su propio cuerpo bordando, y el de las participantes y el textil también como un cuerpo.
Según explica, el bordado es un saber del cuerpo que se aprende por medio del hacer y se replica, una y otra vez, a través del gesto textil. Esta repetición requiere la coordinación de dientes, lengua, dedos, brazos, hombros, cuello, piernas para tomar la aguja, enhebrar, acomodar la tela, atravesarla, anudar y cortar. Así, se repite para juntar y reunir, y para curar, cuidar y cobijar. Bordar es entonces una herramienta para decir lo que no se puede decir. De allí su potencial expresivo, comunicativo que permite comprender las experiencias de las bordadoras al coordinarse además con el habla.
Por otra parte, el bordado propone una forma particular de hacer comunidad, en una interacción que promueve el encuentro y el diálogo. Además, se transforma en coreografía encarnada por un cuerpo colectivo definido por un movimiento compartido, a un ritmo común. Finalmente, todo bordado posee un componente emotivo, las vivencias que la bordadora plasma en el textil, y que surgen de sus experiencias, discursos, modos de habitar y prácticas que, luego, serán utilizados como datos o evidencias fundamentales en el proceso de análisis de la información.
Actualmente Belén está en proceso de escritura de los resultados de esta investigación y realizando una pasantía en investigación feminista en la Universidad Complutense de Madrid, financiada por Fundación Carolina, donde ha ido incorporando elementos del arte, la performance, el audiovisual y la historia.
Desde ya, la investigación es un aporte para las ciencias sociales -disciplina que privilegia el uso de palabras-, pues al hacerla dialogar con otros soportes, incorpora gestos, espacios, texturas y materialidades para comprender las experiencias de las bordadoras. Asimismo, contribuye a la lucha feminista, al posicionar a estas bordadoras como sujetas pensantes y creativas, que han subvertido el bordado como práctica de adoctrinamiento de la feminidad, para utilizarlo como arma política de denuncia, cuidado y encuentro.
El bordado ha sido una práctica de resistencia ya que en la historia contemporánea de América Latina ha servido para comunicar experiencias que se han debido callar, pudiendo ser narradas por medio del lenguaje de los hilos, como es el caso de Las Arpilleristas durante la dictadura chilena, quienes utilizaron el textil para bordar contra la opresión y el olvido. También están las Bordadoras del Baker ,que resisten contra las hidroeléctricas en la Patagonia; Fuentes Rojas, que desde México reclaman el espacio público, denunciando las injusticias, reconstruyendo la memoria colectiva y nombrando a las víctimas de la violencia a través del bordado; Linhas do Horizonte, en Minas Gerais, para las que el bordado toma un rol de reivindicación política y social en la visibilización de los derechos vulnerados; o las Madres de Plaza de Mayo, que durante la dictadura Argentina llevaban pañuelos blancos bordados en sus cabezas con los nombres de sus hijos e hijas detenidos-desaparecidos.
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