Por Alba Vásquez y Susana Cortés, investigadoras del Núcleo Milenio Movilidades y Territorios MOVYT, invitan a imaginar ciudades que cuiden a todos sus habitantes.

El jueves 3 de junio se celebra el Día Mundial de la Bicicleta, fecha promulgada por la Organización de Naciones Unidas, como iniciativa para dedicar espacios de debate y discusión en torno al rol de la bicicleta en diferentes ámbitos, ya sean urbanos, medioambientales, de salud y educación. Es un momento que nos permite reflexionar en torno al uso de la bicicleta como medio de transporte pero, también, como un medio que nos permite visibilizar problemáticas territoriales, en donde las dificultades en torno al uso de la bicicleta es parte fundamental, mas no necesariamente protagónica. Una de ellas se refiere a un diseño de lo urbano y las políticas que lo regulan inspirado en un estándar de persona que no considera la diversidad de cuerpos, habilidades, responsabilidades y movilidades que habitan la ciudad. Retomando las temáticas planteadas en columnas anteriores, en esta ocasión proponemos situar la movilidad familiar interdependiente como uno de los temas que necesitan ser discutidos en este día.

Durante el mes de enero de 2020, como parte de una agenda de investigación, en el Núcleo Milenio Movilidades y Territorios (MOVYT) realizamos una entrevista online a niñas, niños y sus padres o madres que se movilizan conjuntamente en bicicleta por diferentes ciudades de Chile. En la columna ‘Autos, aves, hoyos, árboles y grúas desde el asiento de niños y niñas’ expusimos diferentes aspectos de esta movilidad interdependiente, según lo expresado por quienes participaron de la entrevista. Enfatizamos, por una parte, la percepción de la niñez de su propia movilidad en bicicleta, y  la relación más directa que esta experiencia genera con los espacios urbanos, el disfrutar de los paisajes, el viento, árboles y el medio ambiente que los rodea. Y, por otra, nos referimos a la tensión expresada en las respuestas adultas entre los riesgos percibidos al desplazarse en bicicleta junto a sus hijas e hijos -con consecuentes cambios en rutas, ritmos y actitudes-, y una sensación de seguridad experimentada al andar en bicicleta con niñas y niños, como resultado tanto de sus propias decisiones como de una actitud más cuidadosa por parte de otros, especialmente automovilistas.

Lo anterior nos lleva a plantear la necesidad urgente de pensar, imaginar y construir una ciudad que cuida no solo a niños y niñas, sino que a todos sus habitantes. La responsabilidad de cuidar a peatones, ciclistas, automovilistas, pasajeros, niñas/os, jóvenes, adultos y personas mayores no debiera residir exclusivamente en decisiones y tácticas individuales -como cambiar de ruta, salir en otro horario, ir por la vereda o usar el auto en lugar de la bicicleta-, sino en estrategias colectivas, territoriales y políticas que consideren las múltiples necesidades, intereses y formas de movimiento de quienes son parte de la ciudad.

La perspectiva de niños y niñas en torno a sus prácticas de moverse en bicicleta, obliga a re-pensar la manera en que diseñamos y regulamos espacios públicos, para hacerlos más seguros, pero también para entregar a través de ellos más autonomía. Iniciar la discusión en la infraestructura nos da la posibilidad de ir ampliando el debate hacia otros elementos de diseño urbano que permitan habitar el espacio público desde todas las edades y habilidades, espacios que sean aptos para ser habitados de forma  plena, diversa y segura.

La limitación de nuestras movilidades durante la pandemia nos ha hecho tomar conciencia de lo importante que los espacios públicos, al aire libre, y la movilidad en sí misma son en nuestra vida cotidiana y lo necesarios que son para la infancia. Aprovechemos la perspectiva que esto nos ha dado para, en este Día Mundial de la Bicicleta 2021, re-pensar la manera en que imaginamos, diseñamos, construimos y habitamos la ciudad.

Esta columna fue publicada en Revista Pedalea